domingo, 19 de junio de 2011

La peor cárcel es uno mismo

Oscuro y frío, es el lugar en el que me encuentro. Intento salir, no hay puerta, ¿qué hago? Grito, no tengo otra opción. Me oye todo el mundo, intentan ayudarme, no pueden, es imposible, sigo en mi caverna, encerrado en mi oscuridad eterna, intentando ver todo lo que hay fuera de ella, pero solo veo sombras, solo sombras. Me desespero, quiero llorar para poder expresar lo que siento, y ser más puro por dentro, no puedo, nunca he sido de llantos, que le vamos a hacer. Me levanto otra vez, giro en derredor, con una esperanza, de encontrar la luz que me guíe, pero no está. Resignado, antes creí estar fuera de esta caverna, pero me di cuenta, de que estaba en lo más profundo de ella, entonces te conocí, descubrí estar encerrado, pero en aquel momento no me importó, pero ahora sí. Ahora anhelo, estar en la luz, verte realmente, y no esta sombra que veo en mis pensamientos más felices, y por lo tanto, ilusos. Me obligan a olvidarme de la luz, de la luz que me hará verte, pero no cedo, quiero seguir corriendo, aporreando la pared si fuese necesario, desgarrarme las manos y uñas luchando por escapar de esta caverna que me nubla la vista y no me deja ver más allá de mis narices, cuando siempre he anhelado, ver hasta donde tus ojos me lo permitan. Pero no puedo, vuelvo a chillar, grito tu nombre, pero en esta sombría soledad, solo el eco devuelve mis llamadas.