martes, 31 de mayo de 2011

Osadía


Entra en el bar y pide una copa.
La esforzada camarera
coloca el vaso y lo colma,
sin hielo,
con lágrimas propias,
que el cliente ingiere con premura
y evidente delectación.
Pasados los instantes necesarios
para recuperar el aliento
pregunta:
“¿Cuánto te debo?”
Ella contesta:
“Apenas dos sueños fósiles,
media palabra de disculpa”
El hombre rebusca
en el bolsillo interior de la chaqueta
y paga con dos viejas fotos
gastadas por el tiempo,
amarillentas,
de la propia camarera y él mismo,
enlazados sonrientes.
“Lo siento,
no fue mi intención lastimarte” -asegura
mientras se prepara para salir del local,
positivamente ebrio.
“¡Espera -le grita ella,
y le abofetea una sola vez,
pero con todas sus fuerzas,
hasta hacerle caer de forma aparatosa-,
te olvidabas de la vuelta!”.

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