miércoles, 10 de agosto de 2011

Demasiado aburrido para un miércoles por la tarde


 A veces es mejor escribir en tercera persona. Quizás para convencerte a tí mismo de que lo que escribes no tiene que ver contigo o que reflejándolo desde otro punto de vista pierda al fin su significado original. Quizás de esa manera tratas de desinhibirte o atrasar el momento en que tengas que aceptarlo todo de golpe... no lo sé. Al fin y al cabo es como cuando tu vida se empieza a asemejar con las vueltas que da el tambor de una lavadora, un bucle, algo que gira sobre sí mismo una y otra vez sin llevarte a ninguna parte, ese algo que todo el mundo llama rutina. Esa palabra que arrastra a las prisas, esas que reflejan el apogeo y el énfasis de el que hace las cosas porque sí, vada día, en el que se implica convivir con sociedad, que a su vez es superficialidad realista. Las mismas sensaciones, las mismas situaciones en las que ríes sin ganas, hablas sin tener nada que decir, y quizás también lloras sin saber porqué. Aún sin ser consciente de todo ello, tu vida toma un sentido irreal encadenado a cada minuto del día. En el que haces, como en el tambor de una lavadora, una y otra vez las mismas cosas.
Hasta que algo te salva de ese ir y venir, algo te saca de ese remolino de constancias, te aparta de toda esa cadena interminable, ese algo que altera tu tiempo, que te saca una sonrisa sincera y te hace ver que hay detrás, aquello que te hace conocer otros lugares, otras personas, aquello que te deja huella, pero solo por fin eres consciente de ello cuando sabes que ya ha acabado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario